Vivimos, en uno de tantos edificios inclinados, provocado por el hundimiento de la ciudad entera, originado por la leyenda que envuelve a la fundación de Tenochtitlán, la señal: un águila sobre un nopal devorando a una serpiente, escudo de la bandera del país, y razón por la que unos nómadas decidieron asentar su lugar sobre un lago. Ahora la ciudad más sobrepoblada del mundo, que no puede crecer más que hacia el cielo, pone en un pedacito de tierra peso sobre peso sobre peso. Henos aquí, caminando de un lado al otro a veces subiendo una pendiente o bajando por sobre una rampa que los años han construido.
Al éste paso, más que un edificio familiar, parecerá algo sacado de la imaginación de Lewis Carroll, y nosotros un montoncillo de personajes hechos a la medida para estos edificios, que no distamos mucho de serlo.
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